31 de maio de 2012

La cuestión social


Fuente: Alférez, G. Historia del Carlismo. Actas. Madrid, 1995. 


Sobre la cuestión social se dice que es “grave problema que hoy agita al mundo y mantiene en inquietud los ánimos y en desorden los pueblos. Antigua y siempre pavorosa, el mundo pagano la resolvió con la esclavitud de la fuerza, y el cristianismo con la esclavitud del amor. La fuerza impuso el trabajo como el amor la caridad, y la Revolución, volviendo a la tiranía por la libertad sin fronteras, proscribiendo la caridad y la fe, ha engendrado el pauperismo que es la esclavitud del alma y del cuerpo. El trabajo se ha convertido en tiranía y el hombre en máquina.- Queremos protestar y redimirlo llevando a la legislación las enseñanzas de la más admirable encíclica de León XIII; aspiramos a que el patrono y el obrero se unan íntimamente por relaciones morales y jurídicas anteriores y superiores a la dura ley de la oferta y la demanda, única regla con que la fija la materialista economía liberal, y pretendemos por tanto emancipar por el cristianismo, al obrero de toda tiranía. Para ello ha de fomentarse la vida corporativa restaurando los gremios con las reformas necesarias; se necesita acrecentar las sociedades cooperativas de producción y consumo, y conseguir que el Poder restablezca el Patronato cristiano reglamentando el trabajo. Así cumplirá el Estado el primero de sus deberes, amparando el derecho de todos y principalmente el de los pobres y el de los débiles, a fin de que la vida, la salud, la conciencia y la familia del obrero no estén sujetas a la explotación sin entrañas de un capital egoísta, por cuyo medio, un monarca cristiano se enorgullecerá, mereciendo el título de rey de los obreros”.

En relación con el desarrollo y progreso material, estrechamente vinculado a la anterior cuestión, se manifiesta que “Los tributos abrumadores y el caciquismo tiránico hacen imposible la vida en los pueblos y determinan una doble corriente de emigración entre nuestros sufridos y vejados agricultores, quienes en demanda de pan y trabajo afluyen a las ciudades o abandonan la Patria como víctimas de una política cruel, atropellados por todo, para buscar en América o en África el sustento de sus desamparadas familias.- Preciso es atajar por completo y cortar de raíz esta emigración de la desgracia, reformando algunas leyes onerosas y rebajando las insoportables contribuciones que arruinan la agricultura, la industria y la ganadería. Necesario es también completar la restauración general con la de la tierra misma, repoblando sus montes, roturando sus yermos y haciendo que las aguas de los ríos no corran infecundas o exterminadoras. Renovados los Pósitos, han de fomentarse las Ligas y Cámaras agrarias, los Bancos y las Cajas agrícolas, y así, vencedores de su actual abatimiento, al amparo de municipios libres de caciques, regresarán a sus hogares los desterrados por el fisco, y con la mayor oferta de trabajo en las ciudades y la rebaja de las subsistencias que produzca el aumento de la producción agrícola, subirán doblemente los jornales y aumentará en proporción el bienestar de las clases labradoras. Podrá extenderse a toda España la beneficiosa institución del Vínculo Navarro, con el que, dentro de la competencia se logra abaratar el precio de las más necesarias mercancías y librar de inicua explotación a los pobres, y reglamentando el trabajo defendido por la Corporación y amparado por el Patronato, tornarán el agricultor y el obrero a ser redimidos por la Monarquía de la doble servidumbre moral y material en que la Revolución los tiene con el falso nombre de Libertad”. 

Gabriel Alférez 


24 de maio de 2012

De ricos, riquezas y amor al prójimo

Cortesía de Stat Veritas.

De ricos y riquezas.
“Cristo llamó inicuas a las riquezas porque en su tiempo en el Oriente no había ninguna gran fortuna ganada con honradez, sino con iniquidades; y en nuestro tiempo tampoco. Un hombre que tiene 1.200 millones de dólares, ó 200 millones (o un millón si vamos a eso) no los ha ganado con su trabajo, por importante que su trabajo pueda haber sido: los ha ganado o malganado estafando o explotan­do el trabajo ajeno; y si él no, sus padres o sus abuelos. Cuántos hay que por dejar una fortuna a sus hijos —y a veces ni siquiera a los hijos sino al Estado, que hoy día arrebatiña las herencias— se van por la posta al Infierno; porque el que tiene dinero malganado tiene que restituir; y como a veces no sabemos seguro si el dinero que tenemos nos corresponde en justicia (la sangre del pobre) con dar limosna al pobre nos ponemos en lo seguro. Buen negocio, dijo Cristo. Si esto es así, entonces lo mejor es no tener dinero —dijeron los Apóstoles. Verdad es eso —dijo Cristo— pero eso no es posible a todos. Algunos tienen que tener dinero (incluso mucho dinero) y administrarlo bien; y algo de dinero tienen que tener todos. Hasta Cristo tenía algo de dinero; pero el que lo llevaba y lo guardaba, era Judas”.

R.P. Leonardo Castellani, “El capataz camandulero”, en “Domingueras prédicas II”.


Del amor al prójimo.

“La participación afectiva, o sea, de la verdadera simpatía, es condición del amor a la humanidad; si no simpatizamos en forma habitual y continua con los prójimos, no podemos decir que amamos a la humanidad. Y el amor a la humanidad es condición y escala del amor personal a Dios y a la persona espiritual de nuestro prójimo...”
“Si no hay un amor real al prójimo, el amor de Dios es ilusorio. No podemos propiamente poner valores en el alma ajena, sino a lo más suscitar el movimiento ascencional del alma ajena. La persona es impenetrable, y quien la quiere hacer buena a la fuerza, o, mejor dicho, cuando la fuerza es vista como el medio principal para mejorar a una persona, lo único que se consigue es que la persona se rebele y cierre el alma. Lo primero que se puede y debe hacer es amar bien a la persona (y ese amor es el bien moral fundamental, según el Cristianismo) y así suscitar otro amor bueno, el cual también tiene fuerza ascencional. Eso es todo lo que podemos, y no es poco”

R.P. Leonardo Castellani, “Max Scheler”, en “Filosofía Contemporánea”. Inédito. La cita está abreviada.

7 de maio de 2012

Uma excelente introdução ao distributismo


O livro “Beyond Capitalism & Socialism: A New Statement of an Old Ideal”, obra colectiva organizada por Tobias J. Lanz constitui uma excelente introdução ao distributismo, sendo leitura ideal para todos os que pretendam conhecer essa doutrina e travar um primeiro contacto com os fins prosseguidos pela mesma.
Trabalho dividido em três partes principais, na primeira delas define-se o distributismo por contraposição ao capitalismo liberal e ao socialismo. Enquanto nestes dois últimos sistemas a propriedade dos meios de produção ou é concentrada por uma restrita e influente classe plutocrática (capitalismo liberal), ou é dominada na sua totalidade pelo Estado (socialismo), e em qualquer dos casos sempre com grave prejuízo da liberdade da esmagadora maioria dos membros da sociedade, forçados ao servilismo ora face à plutocracia, ora face à nomenclatura estatista, o distributismo propõe alternativamente:
- difusão tão ampla quanto possível das propriedade privada dos meios de produção;
- como decorrência do ponto supra, a disseminação das pequenas e médias empresas, bem como das cooperativas, com a passagem do maior número de pessoas do estatuto de empregados dependentes para o de proprietários livres e responsáveis pelo seu destino;
- e, como corolário dos dois anteriores pontos, a aproximação entre produtores e consumidores, com a eliminação de intermediários e a realização da vida económica a um nível eminentemente local (“small is beautiful”).
Numa segunda parte, “Beyond Capitalism & Socialism” apresenta os principais mentores doutrinários do distributismo, resumindo os pontos mais salientes do pensamento de figuras bem conhecidas como Chesterton ou Hilaire Belloc, e outras menos conhecidas como o Padre Vincent MacNabb, um dominicano inglês de cepa obviamente tomista, ou o Padre Heinrich Pesch, um jesuíta alemão cujo pensamento económico influenciou directamente a redacção da encíclica “Quadragesimo Anno”, do Papa Pio XI.
Finalmente, na terceira e última parte, o livro aborda os moldes em que o distributismo poderá ser aplicado nas sociedades contemporâneas e a forma pela qual estas se poderão tornar mais distributistas e menos capitalistas/socialistas.
A este propósito, convém sublinhar que o distributismo não é uma ideologia revolucionária, desenvolvendo antes a sua actuação com estrito respeito pela lei moral ou natural e tendo sempre em vista a prossecução do bem comum do todo social. Assim, o distributismo não pretende enveredar pela perigosa via da engenharia social, mas ao invés criar uma ordem económica alternativa assente na autêntica propriedade privada e no genuíno mercado livre, por contraposição ao servilismo inerente à economia de interesses egoístas do capitalismo plutocrático ou à economia centralizada do socialismo burocrático estatista.
Para concluir, dir-se-á tão-só mais o seguinte: pelo exposto, “Beyond Capitalism & Socialism” é uma leitura obviamente recomendada.

4 de maio de 2012

A situação aberrante do aborto em Portugal

É sumamente bizarro que o actual governo português da direita catita (a émula da esquerda caviar niilista), que tributa selvaticamente os rendimentos do trabalho, que reduz arbitrariamente salários e que corta implacavelmente benefícios sociais como o acesso aos legítimos cuidados de saúde, mantenha paradoxalmente intocada e absolutamente gratuita (no Serviço Nacional de Saúde) esta situação, mais do que chocante, aberrante - a da prática reiterada do aborto em Portugal.

Ora, tal manutenção é bem sintomática de uma atitude intencionalmente relativista e conscientemente ofensiva para com a doutrina católica, razão elementar por que os católicos, conforme já salientei em momento anterior, nada podem ter a ver com os que permitem este estado de coisas e muito menos premiá-los com um futuro apoio eleitoral. Já chega de considerar quem não merece consideração alguma!

1 de maio de 2012

En defensa de una concepción cristiana del trabajo (y de la familia)

Fuente original aquí.

La festividad de San José Obrero, instituida por Pío XII, nos viene de perlas para reflexionar sobre la íntima conexión existente entre familia y trabajo. Desde hace algunos años, recibo desde ciertos ámbitos (seudo)católicos reproches por tratar en mis artículos asuntos de orden económico; y exhortaciones a tratar cuestiones de orden moral. Pero, como nos recordaba Pío XI (Quadragesimo Anno, 42), «aun cuando la economía y la disciplina moral, cada cual en su ámbito, tienen principios propios, es erróneo que el orden económico y el moral estén distanciados y ajenos entre sí»; y Juan XXIII (Mater et Magistra, 222) insistía en lo mismo, afirmando que «la doctrina social de la Iglesia es inseparable de la doctrina que la misma enseña sobre la vida humana». Y es que, en efecto, poco sentido tendría defender la vida y la familia si al mismo tiempo no se defendiera una concepción del trabajo que permita a las personas criar dignamente a sus hijos y cuidar de sus familias; pues el trabajo, según nos recordaba Juan Pablo II, «es una condición para hacer posible la fundación de una familia» (Laborem Exercens,10). Que hoy se puedan denunciar las lacras que destruyen la familia sin denunciar al mismo tiempo las relaciones económicas inicuas nos demuestra que —como ya nos advirtiera Chesterton— las viejas virtudes cristianas se han vuelto locas.
Esta íntima conexión entre familia y trabajo la recordaba Pío XI, al afirmar (Quadragesimo Anno, 71) que al trabajador «hay que fijarle una remuneración que alcance a cubrir el sustento suyo y el de su familia»; y Juan Pablo II llegaba todavía más lejos (Laborem Exercens, 19), abogando por la introducción del «salario familiar», o en su defecto de subsidios y ayudas a la madre que se dedica exclusivamente a la familia. Y, puesto que la tendencia ha sido exactamente la contraria (es decir, salarios de miseria que apenas si sirven para mantener a quien lo percibe, obligando a los demás miembros de su familia a trabajar a su vez, a cambio de otros salarios de miseria), hemos de concluir que las relaciones laborales existentes son las que primeramente conspiran contra la unidad familiar, obligando a cada uno de sus miembros a ganarse malamente el sustento fuera de su casa; y las que, consecuentemente, fomentan el divorcio y la baja natalidad (con su inevitable secuela de abortos a troche y moche), al ligar la percepción de un salario a la subsistencia puramente individual, nunca a la cobertura de las necesidades familiares. Así, puede concluir Pío XI (Quadragesimo Anno, 132) que las «bajas pasiones» que han favorecido estas relaciones laborales inicuas son «raíz y origen de esta descristianización del orden social y económico, así como de la apostasía de gran parte de los trabajadores que de ella se deriva».
La restauración de un orden social y económico cristiano sólo podrá lograrse, nos recuerdan incansablemente los Papas, a través de una «reforma de las costumbres». Pero tal reforma debe realizarse en un doble plano, personal e institucional: pues de poco vale que las personas se esfuercen en formar familias cristianas si las instituciones jurídicas y políticas favorecen unas relaciones económicas descristianizadas, fomentando un régimen de trabajo que «crea obstáculos a la unión y a la intimidad familiar» (Quadragesimo Anno, 135). Denunciar una doctrina económica apartada de la verdadera ley moral es, en fin, tan obligatorio para un católico como denunciar las agresiones a la familia; entre otras razones porque ambas denuncias son la misma. A no ser, claro está, que queramos convertirnos en católicos esquizofrénicos que enarbolan virtudes que se han vuelto locas. Que San José Obrero nos libre de esa tentación.

Juan Manuel de Prada